Familia, amigos y demás especies
De los pies a la cabeza (pasando por los santos cojones, como es lógico), todos somos humanos, es decir, somos homo sapiens sapiens.
Entre las características de los seres humanos se encuentra la de la necesidad de tener comportamientos sociales, incluyendo los que conducen al apareamiento (a ser posible sin fines reproductivos).
Cualquiera que niegue participar de lo anterior bien miente, o está psicológicamente desequilibrado.
La forma en la que materializamos estos comportamientos sociales es amplia, existiendo una gradación en la intensidad de las relaciones. La mayoría distingue familia lejana de cercana, familia de amigos, amigos de conocidos, conocidos de compañeros de trabajo, etc...
Este curioso sistema de “castas” nos sirve para determinar la cuota de nuestro tiempo libre que debemos dedicar a cada uno de ellos. Los primeros, la familia, no hay casi riesgo de perderlos pero, dado que son “inextirpables”, puede resultar insufrible tener que verles una vez que están ofendidos.
En el caso de los amigos los hay de muchos tipos. Los que “son tus amigos”, de los que “tú eres su amigo”, de los que “sois amigos”, etc...
La telepatía y la adivinación son dos facultades imprescindibles en toda relación. Yo aún sigo buscando cursos en CCC sobre estás artes, sin haber logrado nada. Desde que le cerraron por fraude las líneas 900 a Ana Blanco (la mama del de la perilla de UPA Dance), mis relaciones de amistad ya no son lo mismo.
Todos tenemos nuestros problemas y, para cada uno, los suyos son los más importantes. Pero, ¿cómo puede alguien molestarse porque no le has llamado “cuando estaba tan mal”, si no lo sabías? Pues puede, puede, y de hecho lo hacen.
La peor parte es la de la primera llamada después de una larga temporada de silencio. Ahí esta toda la ristra de frases tipo “Pues ayer me acordé de ti”, o “Llevo tiempo pensando en llamarte, pero siempre me acuerdo cuando ya debes estar acostado”.
La otra frase memorable es la de “¡Ya era hora!”, ante la cual dan ganas de colgar y, una vez colgado, responder “Eso mismo pienso yo”. Pero no, no colgamos. En su lugar buscamos alguna frase más original para responder y salvar la relación.
¿Quién marca el tempo en las llamadas telefónicas? ¿Y el lugar donde quedar? ¿Qué fuero especial tienen algunos para no moverse de sus barrios?
En conclusión, lo único que nos mantiene unidos a algunas personas es el cariño que sentimos por ellos. Porque la mayoría somos vagos para movernos, vagos para llamar por teléfono, no nos gustan los bares, nos creemos “especiales” o “raros”, cuando en realidad lo que somos es “maniáticos” y estamos “quemados" y, de media y habitualmente, somo bastante aburridos para los demás.
Entre las características de los seres humanos se encuentra la de la necesidad de tener comportamientos sociales, incluyendo los que conducen al apareamiento (a ser posible sin fines reproductivos).
Cualquiera que niegue participar de lo anterior bien miente, o está psicológicamente desequilibrado.
La forma en la que materializamos estos comportamientos sociales es amplia, existiendo una gradación en la intensidad de las relaciones. La mayoría distingue familia lejana de cercana, familia de amigos, amigos de conocidos, conocidos de compañeros de trabajo, etc...
Este curioso sistema de “castas” nos sirve para determinar la cuota de nuestro tiempo libre que debemos dedicar a cada uno de ellos. Los primeros, la familia, no hay casi riesgo de perderlos pero, dado que son “inextirpables”, puede resultar insufrible tener que verles una vez que están ofendidos.
En el caso de los amigos los hay de muchos tipos. Los que “son tus amigos”, de los que “tú eres su amigo”, de los que “sois amigos”, etc...
La telepatía y la adivinación son dos facultades imprescindibles en toda relación. Yo aún sigo buscando cursos en CCC sobre estás artes, sin haber logrado nada. Desde que le cerraron por fraude las líneas 900 a Ana Blanco (la mama del de la perilla de UPA Dance), mis relaciones de amistad ya no son lo mismo.
Todos tenemos nuestros problemas y, para cada uno, los suyos son los más importantes. Pero, ¿cómo puede alguien molestarse porque no le has llamado “cuando estaba tan mal”, si no lo sabías? Pues puede, puede, y de hecho lo hacen.
La peor parte es la de la primera llamada después de una larga temporada de silencio. Ahí esta toda la ristra de frases tipo “Pues ayer me acordé de ti”, o “Llevo tiempo pensando en llamarte, pero siempre me acuerdo cuando ya debes estar acostado”.
La otra frase memorable es la de “¡Ya era hora!”, ante la cual dan ganas de colgar y, una vez colgado, responder “Eso mismo pienso yo”. Pero no, no colgamos. En su lugar buscamos alguna frase más original para responder y salvar la relación.
¿Quién marca el tempo en las llamadas telefónicas? ¿Y el lugar donde quedar? ¿Qué fuero especial tienen algunos para no moverse de sus barrios?
En conclusión, lo único que nos mantiene unidos a algunas personas es el cariño que sentimos por ellos. Porque la mayoría somos vagos para movernos, vagos para llamar por teléfono, no nos gustan los bares, nos creemos “especiales” o “raros”, cuando en realidad lo que somos es “maniáticos” y estamos “quemados" y, de media y habitualmente, somo bastante aburridos para los demás.