Crónicas de Gatobonzo

viernes, octubre 28, 2005

Asado de frío y congelado de calor

Lo de "continental", además de ser un desayuno, es un tipo de clima que tenemos en la zona centro, consistente en un frío de pelarse en invierno, y un calor de cocerse en verano.

Por este motivo, cuando uno va por la calle a eso de las siete y media de la mañana, camino del trabajo, siempre piensa: "¡Qué bien estaría yo en la cama!"

En verano el sentimiento no es tan acusado, porque se disfruta del frescor matutino, pero en invierno, ¡ay, en invierno! Cómo se echa de menos el edredon calentido.

Es al pasar al lado de una zanja de obra, de esas que tanto abundan ahora en Madrid, cuando uno piensa en lo desafortunados que son los que trabajan al aire libre, sin aire acondicionado y sin calefacción, expuestos a lluvia, viento y sol.

Pero uno se da cuenta de lo poco fundado de este sentimiento de condescendencia con nuestros hermanos albañiles, cuando entra por la puerta de su oficina y sufre ese choque térmico de unos veinte grados con respecto al exterior.

La criogenización como medio de combatir el calor no es un buen método. La sauna para el frío, tampoco.

Experiencias como ésta me hacen pensar que el médico que hizo los estudios de confort térmico debe haber sido alumno del Doctor Menguele. Otra explicación no hay.

¿Quién puede admitir veintiún grados como una buena temperatura en verano, cuando hay más de cuarenta en la calle? ¿Y veintiocho para invierno, con cero o cinco en el exterior?

En todo esto sólo veo un despilfarro de dinero, energía y ánimos porque, al menos yo, con el calor me baja la tensión y me da sueño, y con el frío bajo ritmos y entro en hibernación.

Creo que esto de que la climatización es difícil, es un invento del técnico de mantenimiento para justificar que es muy necesario. De otro modo sería como un "desollinador" o algo así, limitándose a limpiar filtros, mientras que ahora es "el señor de los gradillos".

En fin, seguiremos con el jersey de lana en agosto y los tirantes en enero y, de paso, a ceder un poco más el agujero de la capa de ozono.

domingo, octubre 16, 2005

Hombres con olor a capullos.

El transporte público por las mañanas, especialmente en verano, sorprende ingratamente por la intensidad de sus olores. Un sentimiento de repulsa nos invade, forzando a alejarse de la fuente del aroma. Es instintivo y no sujeto a razones. Al fijarnos en el origen encontramos en muchas ocasiones a una persona que, por su raza, seguramente no sea de origen español (lo que no quiere decir que no tenga los papeles en regla, que conste).

Este es el motivo que me hizo reflexionar sobre un hecho, ¿realmente los olores que nos repulsan lo hacen por motivos instintivos? El que las gentes de otras culturas no utilicen desodorante ni perfumes parece confirmarlo: el olor a sobaco es malo por convención cultural.

Salvando los mínimos de higiene necesarios, es decir, lo que es necesario lavarse para evitar riesgos para la salud, en el resto de ocasiones nos lavamos para no oler a humano.

Me surgen preguntas. ¿Cuándo se decidió que los hombres deben oler a flores? ¿Cuándo aprendemos a odiar el olor a pies?

Imagino que la afición al jabón, la colonia y el desodorante debe estar tan arraiga en cada uno de nosotros, que no podremos nunca desengancharnos. Es eso, o que Rexona y el resto echan algo en sus productos para crear adicción.

Todo esto me hace darme cuenta de que somos víctimas de nuestra propia cultura y que, en gran medida, no nos es posible escoger en la mayoría de las cosas que hacemos. Lo peor es que detrás de estas imposiciones están otros “hombres con olor a capullos”.

Seguiremos enjabonándonos.