Viendo las noticias de estos últimos días, a uno se le ponen los pelos "de picos pardos". El tomarse el café de la mañana leyendo los incendios de varias embajadas fue el primer sobresalto, sobre todo al saber que el motivo habían sido unos monigotes publicados en un periódico.
Lo que ya me sirvió de remate para terminar de asustarme fueron las declaraciones de la Madre Iglesia (ver
http://www.informativos.telecinco.es/vaticano/caricaturas-mahoma/libertad-expresion/dn_19721.htm) en las que puntualizaba que:
"...El derecho a la libertad de pensamiento y expresión, reconocido en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, no puede implicar el derecho de ofender el sentimiento religioso de los creyentes. Principio que vale obviamente para cualquier religión..". Luego viene el "Finalcial Times" con su creativa interpretación de la libertad de expresión. Según este periódico dice:
"..la libertad de expresión es una de nuestras libertadas más incuestionables. Pero eso no significa en absoluto el derecho a gritar '¡fuego!' en un teatro abarrotado".Es uno de los ejemplos peor escogido que recuerdo. No considero que una caricatura sea comparable a poner en riesgo la integridad física, al menos, según las proporciones de mi mundo.
La paciencia no suele ponerla quien debe, sino quien dispone de ella. La pega es que en este caso no es paciencia, sino derechos fundamentales. Entiendo que la libertad en algunas cuestiones es como el humo del tabaco, que no puede dirigirse hacia donde uno quiere. De igual modo entiendo la proporcionalidad de los actos: si yo te piso, tú me pides que me disculpe, pero no me pegas dos tiros y matas a mi perro.
Juzgando desde estas dos bases, la del respeto y la de la proporcionalidad, compruebo lo primitivo de los pueblos árabes, y cuanto han retrocedido desde la reconquista de España. ¿Qué ha sido de aquel pueblo pionero en ciencias y en cultura, y que tanto enseño?
Da mucha pena ver como se retrocede en los avances logrados, pero da más miedo pensar que ese retroceso pueda afectarnos. Lo digo por esa "mano negra" que el Vaticano tiende sobre las sociedades del primer mundo, y que gana fuerza política en lugar de espiritual.
Es su ceguera para la aplicación de la ley del embudo lo que más preocupa. Otra explicación no podrían tener las declaraciones que día tras día hacen sobre nuestra sociedad y sobre nuestro mundo, sin ningún tipo de reparo.
La pasión por defender las ideas propias es lo que ha movido a la civilización a avanzar. Sería triste darnos cuenta que ahora, fuese este el motivo para retroceder.
Ningún fanatismo es bueno, ni religioso ni político. A ver ahora como deshacen el nudo.