martes, julio 18, 2006
domingo, julio 16, 2006
Me falta el gen de la sal.
Siempre me falla la sal. No sé darle el punto, lo reconozco.
Desde antes de la adolescencia ya le empecé yo a dar a eso de los fogones, pero ni con esas he aprendido a sazonar la comida en su punto justo. Siempre me quedo corto, como si barruntase un futuro de hipertensión y privaciones.
Mi madre tiene el mismo problema. ¿Será algo genético? Tendré que hacer que me lo miren.
Los ritmos de vida actuales tampoco me ayudan a corregir la carencia. Tantas horas de microondas no son precisamente un master culinario.
Tendré que practicar con barreños de agua de distinto tamaño. A ver si así me calibro el ojo a eso del salero.
Lo voy a apuntar en la pizarra de la nevera, no vaya a ser que se me olvide.